Un libro es bueno cuando nos invita a quedarnos en él: Hablemos de Thomas Merton.
- Emilia Casas Fernández
- 6 abr 2016
- 1 Min. de lectura

Cuando el poeta Jacinto Herrero fue ordenado diácono en el año 1955, recibió un regalo que determinaría poderosamente el rumbo, no solo de su poesía sino de toda su actitud vital; el libro “El signo de Jonás” de Thomas Merton (monje trapense, poeta y pensador estadounidense).
En mi más humilde opinión, un libro es bueno cuando nos invita a quedarnos en él y lo es más si tras su lectura nos espolea a continuar el camino iniciado. Éste lo es en los dos sentidos, Merton sólo hay uno; rico, complejo y contradictorio. Pero es evidente que cada lector, cada seguidor de éste monje que, desde la soledad de su Abadía de Gthsemani, (EE.UU) más aún desde la soledad de su ermita a la que se retiró con permiso de sus superiores, nunca olvidó el mundo en el que vivía.
De la lectura de sus obras de carácter contemplativo, con su soledad, casi nunca sale indemne y la amplitud de sus preocupaciones “mundanas” (la guerra fría, el necesario diálogo entre religiones, el medio ambiente, el consumo absurdo al que ya se veían abocados sus contemporáneos; fueron problemas que tuvo presentes y llegaron a angustiarle) y espirituales sobre los que escribió páginas y páginas, facilitan que se encuentren puntos de convergencia. Experiencias en las que el lector pueda sentirse identificado.
Emilia Casas Fernández
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